Introducción:
Todos, en algún momento, atravesamos tiempos difíciles. Podemos sentir malestar, perder el entusiasmo por levantarnos cada día o, simplemente, tener la sensación de que algo dentro de nosotros no encaja. Cada persona lo vive a su manera; no hay una única forma de experimentar el dolor. Ya sea por un problema de salud, la pérdida de un ser querido, un bajón emocional o cualquier otra circunstancia, creo firmemente que siempre hay algo que podemos hacer para sentirnos mejor, por dura que parezca la situación. Porque sí, también se aprende a estar bien.
Tal vez no salgas de aquí convertido en tu mejor versión, pero creo que, al llegar al final, te sentirás mejor que cuando empezaste. Mi intención es ayudarte, porque tras atravesar un bache profundo, aprendí lecciones que me sirvieron para levantarme, y quiero compartirlas contigo. No me considero “arreglado”, pero sin duda estoy mucho mejor que antes.
Hubo momentos en los que pensé que lo que más temía era la soledad. Pero con el tiempo comprendí que, en realidad, temía existir. No encontraba sentido a la vida. Algunos filósofos me ayudaron a entender lo que sentía; otros me inspiraron a actuar. Aceptar mi situación y reconocer mis propios errores fueron pasos clave para romper la cadena de emociones negativas que me atrapaban.
Con el tiempo, descubrí dos pilares que me devolvieron la motivación para seguir adelante: el amor y la economía. Puede parecer una combinación inusual, pero entre estas líneas descubrirás cómo están profundamente conectados, y cómo ambos pueden ofrecer razones poderosas para vivir.
Ojalá estas palabras sirvan como un impulso para que inicies una nueva etapa llena de bienestar, soltando ese ideal inalcanzable de “la búsqueda de la felicidad” y abrazando, en cambio, una vida más real, más estable, más tuya.
Gracias de corazón por estar aquí.
Capítulo 1 - Aceptar la existencia
Un suicida no quiere dejar de vivir, quiere dejar de sufrir, por eso quiero compartir varios puntos de vista filosóficos que hablan del sentido de la vida que pueden ayudar a ciertas personas a encontrar su camino hacia el bienestar. Espero aportar mi grano de arena para que puedas resolver tus dudas y escapar de tus tiempos raros.
Para empezar hablaremos de la existencia, tema esencial para entender la base de las siguientes propuestas y conceptos.
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En algún momento de la historia, quizás como resultado de una cadena de reacciones químicas, ciertos elementos lograron combinarse y dieron origen a lo que hoy conocemos como vida. Un organismo, compuesto por una o más células, capaz de obtener y utilizar energía mediante procesos químicos para mantenerse en equilibrio, reproducirse, crecer, adaptarse, evolucionar y responder a estímulos.
El propósito fundamental de todo ser vivo es mantenerse con vida, y para lograrlo necesita obtener energía de alguna manera. Las plantas lo hacen a partir de minerales y reacciones con elementos inertes, pero los animales, como los humanos, debemos obtener esa energía arrebatándosela a otro ser vivo. Para que uno exista, otro debe dejar de hacerlo. Una crueldad coherente a la par que subjetiva.
Es necesario entender esto para comprender que la vida no tiene un “porqué” individual. Somos solo un conjunto de elementos que participa en un ciclo sin sentido, un ciclo que tampoco tiene un propósito más allá de sí mismo. Simplemente existe.
Podemos encontrar muchas definiciones filosóficas de lo que significa “existir”, pero para entender el mensaje que quiero transmitir, partamos de la siguiente:
Definición de existir:
“Algo que existe puede estar presente de forma física, es decir; ser detectable, observable y medible; o de manera conceptual, estando presente en la realidad, el pensamiento o el lenguaje”.
En resumen, se puede existir como objeto o como idea. Un objeto, por ejemplo, puede ser un ser vivo capaz de generar ideas mediante su inteligencia, y de ese modo, existir en ambos planos.
La inteligencia, esa capacidad de razonar, calcular, imaginar y reflexionar, es, en principio, una herramienta para la supervivencia. Pero no todos los seres vivos cuentan con la misma. Un perro, por ejemplo, puede detectar el olor de una presa a varios kilómetros, pero no se plantea dilemas éticos complejos como sí podría hacerlo un ser humano.
Desde esta perspectiva física y conceptual, no se necesita hacer nada para existir: basta con ser un objeto o una idea. Sin embargo, cada ser vivo aprende a existir en función de su grado de conciencia sobre su propia existencia. Es decir, aunque el hecho de existir no se elige ni se modifica, la forma en que vivimos esa existencia sí está mediada por nuestro entendimiento de ella.
La existencia puede ser cruel, por eso es vital intentar comprenderla, para así actuar según el sentido que decidamos darle, ¿pero por qué necesitas que lo tenga?
Capíulo 2 - El sentido de la vida
BIENESTAR Y FELICIDAD
La existencia no viene con una misión asignada. Si estás vivo, simplemente debes enfrentarte a las leyes naturales: comer, beber, respirar, dormir y mantener una temperatura adecuada. En resumen, responder a las necesidades básicas de tu cuerpo.
Sin embargo, si tu objetivo vital es alcanzar el bienestar, no caigas en el error de intentar saciar todas las necesidades de tu mente. Podrías acabar siendo dominado por ellas, en lugar de ser tú el dueño de tus propias acciones.
El sentido de la vida eres tú y la mayoría de las personas desean aprovechar su tiempo en esta existencia para ser felices. Pero yo entiendo la felicidad como algo momentáneo: puede durar más o menos, pero nunca es permanente. Tarde o temprano, otras emociones; dolor, tristeza, ansiedad; interrumpen esa alegría.
En cambio, el bienestar me parece algo más amplio. No se limita a las emociones positivas, sino que también abarca nuestra capacidad para enfrentar y convivir con las negativas. ¿De qué sirve ser feliz si, ante una desgracia, no sabes cómo superarla?
Entiendo que, en el lenguaje cotidiano, no podemos ser tan precisos con las palabras. Pero si aspiramos a una vida plena, ya sea en términos de felicidad o de bienestar, es fundamental comprender el verdadero significado de ambos conceptos.
Estar bien es esencial para poder disfrutar de la vida y así dar cumplimiento al sentido que tú decidas otorgarle. Primer paso: alcanzar el bienestar. Segundo paso: encontrar tu sentido, si es que existe.
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Antes de comenzar a hablar sobre cómo creo que se puede alcanzar el bienestar, es necesario aclarar que decirlo es mucho más fácil que lograrlo. Uno debe aprender a superar los obstáculos, que pueden presentarse de mil y una formas distintas. Las cartas que tengamos en el mazo, es decir, nuestras condiciones, experiencias, recursos y entorno, serán clave para determinar la dificultad de cada adversidad. Sin embargo, hay un agravante principal del que debemos desprendernos cuanto antes: el malestar emocional que acompaña a una situación difícil, sea cual sea.
Ese malestar nubla nuestra capacidad de pensar con claridad. Nos dejamos arrastrar por las emociones, y con ello perdemos el control de la situación.
Ante un problema sin solución, lo único que podemos hacer es aceptarlo y entender las emociones que nos provoca, para así seguir adelante. En cambio, si el problema puede resolverse, también será fundamental comprender esas emociones para poder actuar con inteligencia y eficacia.
Cuando hablo de “entender las emociones” y no permitir que nos controlen, no me refiero a evitarlas ni reprimirlas, sino a analizarlas, a escucharlas con atención para descubrir qué nos están diciendo.
¿Por qué estoy triste? ¿Por qué estoy alegre? ¿Tiene sentido sentirme así por esto?
Cuando el dolor no nos deja pensar, como al vivir una traición, por ejemplo, podemos llegar a actuar de formas que afecten negativamente a los demás o a nosotros mismos.
Lo mismo ocurre con las emociones positivas: si nos dejamos cegar por la felicidad, tampoco estaremos preparados para enfrentar sus consecuencias o las futuras adversidades.
Se suele decir que los ignorantes son los únicos que alcanzan la verdadera felicidad, pero yo creo que una persona que no se preocupa por los problemas, seguro los sufrirá de una forma más brusca y caótica que alguien que sí se ha tomado el tiempo de reflexionar y prepararse. Cuestionar, reflexionar, preocuparse, en el buen sentido, es una forma de fortalecerse.
A este ejercicio de reconocer las emociones sin permitir que una sola nos domine, yo lo llamo equilibrio emocional. No se trata de suprimir lo que sentimos, sino de experimentarlos con claridad, dejando que cada emoción tenga su espacio justo, sin que una opaque por completo a las demás, ni permitiendo que nos dominen.
Por eso, creo que en lugar de obsesionarnos con “alcanzar la felicidad”, como si fuera un estado permanente, deberíamos buscar el equilibrio. Solo así podremos construir una salud emocional más sólida, necesaria para vivir con bienestar.
Pero también debemos entender que esa estabilidad total es una meta más cercana a la utopía o al disparate que a la realidad, debido a la complejidad que implica. Aun así, esa perfección inalcanzable puede seguir siendo nuestro objetivo ideal, siempre aceptando que somos seres imperfectos, cosa que no debería preocuparnos.
Socrates, (470–399 a.C.) Filosofía clásica:
“Una vida sin examen no merece ser vivida.”
Defendiendo así la búsqueda del conocimiento interior y la virtud como base del sentido de la vida.
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DISTINTOS SENTIDOS VITALES
En mi caso, después de pasar por una época de malestar, he logrado recomponerme gracias a aprender a amar y valorar más todo aquello que forma parte de mi entorno: personas y objetos.
Amar es querer hacer feliz a otro individuo sin esperar nada a cambio, aunque, inevitablemente, también te haces feliz a ti mismo. Valorar lo que encuentras y lo que aportas a tu entorno hace que disfrutes más de él. Hablo de tu pueblo, del medio natural, tu coche, tu casa, tu ropa, la música, etc.
Ralph Waldo Emerson (1803–1882), poeta y filósofo estadounidense, pensaba lo siguiente respecto al sentido de la vida:
“La felicidad es un perfume que no puedes derramar sobre otros sin que unas gotas caigan sobre ti mismo.”
“El propósito de la vida no es ser feliz. Es ser útil, ser honorable, compasivo, lograr que tu vida haya significado algo y que hayas vivido bien.”
Son citas que no resumen toda su obra, pero sí ayudan a entender que, para él, y, como yo he podido comprobar, la felicidad solo se consigue al transmitirla a otros. En mi caso, quiero compartiros bienestar, no felicidad. Pero talvez no solamente se consigue de esta forma, talvez la felicidad o el bienestar són inalcanzables y puede que solamente podamos dejar de sufrir.
Arthur Schopenhauer (1788–1860), Pesimismo filosófico, metafísica de la voluntad:
“El sufrimiento es esencial a la vida y no puede eliminarse; solo puede ser disminuido o soportado.”
“El placer es simplemente la ausencia momentánea del dolor.”
Schopenhauer, conocido por ser el filosofo más pesimista, nos muestra un punto de vista en el que en lugar de buscar sentido, propone comprender y soportar la vida tal como es. Todo lo que consideramos “positivo” es apenas una pausa en el sufrimiento.
A pesar de no compartir algunas de sus ideas, me agrada su opinión sobre la felicidad, ya que creo que la concibe como mera ausencia de sufrimiento. Similar a lo que yo pienso sobre la estabilidad. Sin embargo, yo si creo en la felizidad, la entiendo como el proceso de experimentar una o varias emociones positivas en un periodo de tiempo determinado.
Él también cree en el destino, entendiendo que si algo ha sucedido, era porque debía suceder, y que debemos aceptarlo. Aunque me gusta la idea de aceptar, no creo en el destino, pues me parece una manera de darle sentido al sinsentido sin base racional. Decir que algo sucede porque ya estaba escrito, basado en una cadena de causas necesarias (causalidad), no es lo mismo que decir que sucede por azar o coincidencia (casualidad).
La conclusión puede parecer similar, que no podemos cambiar lo ocurrido, pero desde el punto de vista filosófico es una diferencia fundamental. No entender el significado de la existencia, no tener un porque por el cual existir o simplemente perder la esperanza, también pueden ser factores esenciales para vivir.
Viktor Frankl (1905–1997), Existencialismo espiritual:
“La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino por la falta de significado.”
Su experiencia en los campos de concentración lo llevó a afirmar que encontrar sentido es esencial para la supervivencia humana. Muchos prisioneros perdían la voluntad de vivir después de fechas emocionalmente significativas, como Navidad o Año Nuevo, si sus esperanzas no se cumplían.
Frankl observó que algunos prisioneros se aferraban a la esperanza de que serían liberados en una fecha concreta. Si esa fecha pasaba y nada ocurría, entraban en una especie de crisis emocional y espiritual profunda, que a veces terminaba en muerte.
“Cuando un prisionero perdía la fe en su futuro, estaba condenado. Con la pérdida de esa fe, también perdía su sostén espiritual, se dejaba caer y se convertía en víctima del deterioro físico y mental.”
“Un hombre soñó que sería liberado el 30 de marzo. Pero cuando no sucedió nada ese día, su sistema inmunológico se debilitó y murió pocos días después.”
En este caso no descubrimos un sentido con Viktor, pero si comprendemos la importancia de encontrarlo para algunas personas.
Friedrich Nietzsche (1844–1900), Nihilismo, Vitalismo, Existencialismo temprano:
“Aquel que tiene un porqué, puede soportar casi cualquier cómo.”
Nietzsche creía que el individuo debe crear su propio sentido ante un mundo sin valores objetivos. En una existencia cruel y sin sentido, eres tú el encargado de decidir por qué valores luchar, a quién defender y a quién enfrentar.
Después de descubrir estos puntos de vista, aprendemos que por mucho que la existencia no nos de un porque, somos nosotros los que debemos encontrarlo para sobrevivir. En base a estos ejemplos, podemos dedicarnos a aprender y mejorar de forma constante.
La vida no tiene sentido, pero… ¿por qué debería tenerlo? ¿Acaso uno no puede gozar de bienestar en una vida sin sentido? Los animales viven según las leyes naturales. Una vez saciadas sus necesidades, simplemente descansan. Si pueden, escogerán un lugar cómodo y al sol. ¿Necesitan algo más? Seguramente no.
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Albert Camus (1913–1960) – Absurdismo
“El único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio.”
Ante un mundo sin sentido, Camus plantea una pregunta radical: ¿vale la pena vivir?. Su respuesta no es la desesperación, ni el cinismo, sino una forma valiente de lucidez: rechazar el suicidio, aceptar el absurdo y vivir con dignidad.
Hasta ahora hemos hablado de que tú eres quien da sentido a tu vida. Pero para Camus, eso es una ilusión reconfortante. En su visión, la vida no tiene un sentido objetivo, y debemos tener el coraje de aceptarlo. No hay un propósito cósmico, ni un destino escrito: solo el absurdo, es decir, el conflicto entre nuestro deseo de sentido y el silencio indiferente del universo.
Camus identificó tres formas de enfrentar esta condición absurda, y las ilustró a través del mito de Sísifo. Sísifo fue condenado eternamente a empujar una roca cuesta arriba por la ladera de una montaña, solo para verla caer una y otra vez. Ante esta condena, podría reaccionar de tres formas:
El suicidio físico: Sísifo podría rendirse y dejar de empujar la roca. Si la vida no tiene sentido, ¿para qué vivirla? Esta es la respuesta trágica y literal: acabar con la vida ante el vacío.
El suicidio filosófico: Sísifo podría inventarse una razón para continuar, creer que al final obtendrá una recompensa, aunque no haya ninguna evidencia de ello. Esto representa el acto de creer en algo falso para escapar del absurdo, como aferrarse a dogmas o ficciones reconfortantes. Para Camus, esto también es una forma de huida.
La rebelión consciente: La única opción auténtica es aceptar el absurdo, sin rendirse y sin engañarse. Sísifo sabe que su tarea no tiene sentido, pero aun así decide vivirla plenamente. Encuentra libertad en su condena, y al hacerlo, Camus afirma que debemos imaginarlo feliz. Su felicidad no depende del resultado, sino de su actitud frente al destino.
Camus también admite una postura más pragmática: aunque la vida no tenga un sentido intrínseco, podemos abrazar pequeñas motivaciones que nos ayuden a vivir mejor. Por ejemplo, amar, ayudar a otros, crear belleza o cuidar a quienes amamos. No porque hayamos nacido para eso, sino porque esas experiencias hacen que el absurdo sea más llevadero.
En resumen, no se trata de encontrar sentido, sino de vivir con conciencia del sinsentido, y aun así elegir seguir. Esa es la verdadera libertad.
Capítulo 3 - Tu primer enemigo eres tu
Victimizarse puede ser un mecanismo de defensa comprensible, pero cuando se vuelve una forma habitual de interpretar la realidad, nos impide crecer y actuar. Por eso, es fundamental aprender a distinguir entre ser una víctima real y asumir el rol de víctima sin una causa clara.
En el primer caso, cuando alguien nos ha dañado injustamente, debemos reconocer que aunque no podemos controlar las acciones del agresor, sí podemos decidir cómo responder. Podemos buscar ayuda, poner límites, o alejarnos de la situación. Eso es tomar acción y ejercer autonomía, no resignarse al daño. El agresor siempre es responsable de sus actos. Pero si una vez conscientes decidimos quedarnos inmóviles o participar en ese juego emocional, dejamos de ser víctimas y nos volvemos parte del problema. Tan pronto detectes ese daño, actúa, si lo detectas y no haces nada, serás cómplice del crimen.
En cambio, si sentimos que somos víctimas pero, al reflexionar, descubrimos que tal vez hemos proyectado nuestros propios conflictos en los demás, entonces el camino es distinto. El primer paso es asumir nuestra responsabilidad. El segundo, corregir nuestros actos. Y el tercero, no cargar a otros con nuestro malestar, ni permitir que ellos nos lo carguen a nosotros.
Aprender a diferenciar el dolor legítimo de la queja perpetua no es fácil, pero es un acto de honestidad y fortaleza. Solo así dejamos de sobrevivir y empezamos a vivir con integridad.
Todos llevamos dentro ciertas debilidades: conductas dañinas, hábitos poco saludables o adicciones que nos impiden vivir de forma plena y equilibrada. Superarlas exige una gran fuerza de voluntad, algo que no siempre es fácil de alcanzar. Por eso, antes de actuar, es importante analizar cuidadosamente qué estrategias nos convienen según nuestra situación.
En algunos momentos de la vida, podemos sentirnos desbordados por una suma de obstáculos que afectan nuestro bienestar: insomnio, falta de concentración, fatiga, ansiedad, apatía... Cada persona reacciona de forma distinta: unos pierden el apetito, otros lo aumentan; unos se aíslan, otros buscan ruido constante. Pero todos, de una forma u otra, sentimos que algo dentro se desajusta. Y mientras tanto, la vida sigue. Las responsabilidades no se detienen: el trabajo, los estudios, las tareas del hogar, los compromisos sociales... Todo sigue exigiendo nuestra energía, aunque por dentro estemos agotados.
Por eso, a veces, tomar la decisión de priorizar la salud mental y emocional es una necesidad, no un lujo. Posponer ciertas obligaciones para enfocarnos en sanar no es egoísmo: es autocuidado. Solo así podremos retomar nuestras tareas más adelante con mayor claridad, energía y equilibrio.
Eso sí, esta elección tiene consecuencias. Recortar tiempo en un área para dárselo a uno mismo implica pérdidas o tensiones en otras: pedir unos días de descanso en el trabajo podría acortar futuras vacaciones; decir no a compromisos sociales puede generar incomodidad o malentendidos; pausar un proyecto de estudio podría retrasar metas importantes. Pero esos “costes” deben evaluarse con una pregunta clave: ¿qué pasa si sigo como estoy?
Porque si uno no está bien, nada funciona del todo bien. ¿Para qué salir con amigos si no vas a disfrutarlo? ¿Para qué seguir estudiando algo que ya no te motiva? ¿Para qué ir al trabajo cada día si lo haces con resentimiento o vacío? Primero vas tú. Después, todo lo demás.
Desintoxicarse de los estímulos excesivos y la dopamina: un camino hacia el bienestar. Escapar de los estímulos constantes y de la sobrecarga de dopamina es esencial para vivir con mayor plenitud y con mucho menos. Esta desintoxicación te permitirá valorar lo que tienes cerca, por pequeño o simple que parezca. Al eliminar la necesidad de desear más a cada momento, descubrirás que incluso las cosas más insignificantes para otros pueden llenarte de bienestar.
Tal vez te perciban como "el raro del grupo", pero no hay nada más importante que tu bienestar. La opinión de los demás no debe determinar tu felicidad. Sentir vergüenza es normal, pero no es algo de lo que debas huir ni sentir culpa: hay que entenderla y aceptarla como parte del proceso.
Los estímulos están en todas partes. Después de todo, son elementos que nos generan placer: la música, las luces de una discoteca, el azúcar de un donut, la saturación de un vídeo, el ritmo de un texto, o incluso una charla entre amigos. Si estás habituado a recibir estos inputs constantemente, desconectarte no será fácil. Al principio, un paseo por la montaña sin música, sin teléfono y sin internet puede parecerte aburrido. Sin embargo, con el tiempo y la práctica, empezarás a disfrutar experiencias que antes te eran inaccesibles.
La dopamina no es mala; de hecho, es la hormona que nos proporciona motivación y placer. Pero cuando nos volvemos adictos a ella, perdemos el control de nuestras decisiones. Reducir su impacto no significa eliminarla, sino regularla. Para ello, puedes empezar por poner límites a tu exposición a redes sociales, grandes generadoras de estimulación constante. Plataformas como YouTube o TikTok están diseñadas para saturarte de estímulos. Considera sustituirlas por alternativas más lentas y menos invasivas, como iVoox o cualquier app de podcasts, que solo ofrecan audio. También puedes explorar formas de entretenimiento más tradicionales: el cine clásico, los documentales pausados o, aún mejor, los libros. Estos no solo ayudan a desconectar digitalmente, sino que mejoran tu capacidad de atención.
Otro hábito útil es dejar el móvil fuera de tu bolsillo. Intenta salir sin él para trayectos cortos, y verás cómo poco a poco dejas de depender de su presencia constante. Y aunque esto puede variar según el lugar donde vivas, casi siempre es posible encontrar un entorno natural, un espacio tranquilo con pocas personas o ninguna, donde puedas reconectar contigo mismo. Aprende a disfrutar de la sombra de un árbol, del frescor de un río, del canto de los pájaros o del simple silencio. Ahí empieza el verdadero bienestar.
EL BIENESTAR SOLO APORTA BIENESTAR
El malestar son piedras que cargamos en la espalda. Algunas son pequeñas, otras grandes. Si intentamos quitar directamente la más pesada, es probable que nos rindamos antes de conseguirlo por el gran esfuerzo que requiere. En cambio, si empezamos por retirar las piedras más pequeñas, no solo aligeramos la carga: también nos sentiremos más ágiles, ganaremos fuerza y confianza, y eso nos dará experiencia y motivación para enfrentar las rocas más difíciles más adelante.
Por ejemplo, si queremos solucionar un problema grande, como una adicción importante, puede ayudarnos empezar por resolver otros problemas más pequeños. Cosas simples, como aplicar el minimalismo en nuestro entorno, tener un espacio claro, limpio y ordenado, pueden parecer poco relevantes, pero marcan una diferencia real. Un entorno visualmente limpio reduce la fatiga mental, mejora el enfoque y transmite una sensación de calma.
Los buenos hábitos también suman. El ejercicio físico, por ejemplo, aporta bienestar, aunque formar una rutina no siempre es fácil. Aun así, puedes obligarte a entrenar cada vez que te venga la idea a la cabeza. No hace falta hacer mucho: solo con practicar, ya estarás haciendo más que antes. Y quizás, sin darte cuenta, termines creando una rutina estable. La alimentación saludable funciona igual. Comer bien una vez no cambiará tu vida, pero empezar a hacerlo de vez en cuando puede ayudarte a crear una costumbre duradera que impacte positivamente en tu bienestar general.
Podría seguir enumerando cosas que nos complican la vida, pero al final, eres tú quien debe aprender a identificarlas y hacerles frente. No dejes que el gran problema que ocupa tu mente opaque esos pequeños problemas que sí puedes resolver ahora. Porque, a veces, empezar por lo pequeño es el camino más sensato y realista para llegar a lo grande. Y con el tiempo, esa estrategia puede ayudarte no solo a vivir mejor, sino incluso a resolver aquello que parecía imposible.
Capítulo 4 - Libertad financiera para resolver problemas reales
A menudo, quienes se preocupan por el dinero son tildados de avariciosos. Y si bien algunos pueden caer en la codicia, lo cierto es que el dinero no solo sirve para adquirir lujos, vacaciones soñadas o fiestas memorables. También es una herramienta poderosa para garantizar una jubilación digna, afrontar problemas de salud, adquirir un hogar y brindar ayuda real a quienes más queremos.
Es evidente que, en general, a mayor ingreso, mejor calidad de vida. Sin embargo, esto solo es sostenible si actuamos con responsabilidad, evitando el consumismo impulsivo y apostando por invertir en calidad y bienestar a largo plazo. Entonces, la gran pregunta es: ¿cómo podemos generar más dinero sin perder el control?
Para empezar, debemos entender que el capitalismo y el consumismo no son lo mismo. Aunque coexisten, no son interdependientes. El capitalismo es un sistema económico que reinvierte las ganancias para generar más riqueza, facilitando que las personas puedan acceder a más bienes y servicios. Esto, a su vez, puede derivar en consumismo, una tendencia social que promueve la compra excesiva.
Sin embargo, el capitalismo no necesita del consumismo para funcionar. De hecho, muchos economistas sostienen que el sistema funcionaría aún mejor si las personas ahorraran más y gastaran de manera más inteligente. Esta distinción es clave: podemos utilizar herramientas capitalistas sin caer en el exceso, y así resolver necesidades reales como la salud, la educación o la vivienda.
Ahorro e inversión: herramientas al alcance. Una de las formas más efectivas de lograr libertad financiera es combinar ahorro e inversión. Por ejemplo, piensa en un agricultor que trabaja con herramientas manuales. Si logra ahorrar lo suficiente para comprar un tractor, su productividad se disparará, podrá vender más y, en consecuencia, ganar más. Esa inversión, posible gracias al ahorro, cambia por completo su realidad. Aunque ese es un ejemplo tangible, hay otras formas de inversión accesibles incluso sin conocimientos técnicos profundos. Una de las más recomendadas es la inversión pasiva en bolsa, especialmente en fondos indexados, como el S&P 500 o el MSCI World, que históricamente ofrecen rentabilidades anuales del 6-8%.
Para invertir en ellos, necesitas un bróker, una plataforma que te permita comprar estos activos. Algunos ejemplos accesibles y con bajas comisiones son Trade Republic, Revolut o MyInvestor. Si bien también puedes hacerlo a través de bancos tradicionales, suelen cobrar comisiones elevadas que pueden reducir tus beneficios. Aunque empieces con poco, si inviertes de manera periódica y a largo plazo, el interés compuesto puede jugar a tu favor: tus beneficios generan más beneficios, lo que acelera el crecimiento de tu capital con el tiempo.
Inversión pasiva: constancia y visión a largo plazo. La inversión pasiva consiste en comprar y mantener tus activos a largo plazo, confiando en el crecimiento general del mercado. Es una estrategia ideal para quienes no quieren estar pendientes del día a día financiero. Aunque habrá momentos de baja rentabilidad o aportaciones interrumpidas por imprevistos, sigue siendo una de las estrategias más sólidas y recomendadas.
Además, esta práctica no solo te protege de la pérdida de valor por inflación, un riesgo común si solo ahorras sin invertir, sino que también te permite obtener ganancias reales con el paso del tiempo.
El capitalismo consciente nos permite ayudar mejor y vivir con menos. Si combinamos la sabiduría de pensadores como Ralph Waldo Emerson con las herramientas del capitalismo moderno, podremos ayudar a los demás de forma mucho más efectiva. El capitalismo bien entendido es una poderosa vía para generar valor y brindar apoyo, siempre que no caigamos en la avaricia o el consumismo. Este último, el consumismo, nos arrastra a una espiral de estímulos constantes y necesidades artificiales. Por eso, aprender a vivir con poco no es solo una filosofía minimalista: es una estrategia real para alcanzar mayor bienestar y libertad.
Conclusión:
El bienestar no es una cima a la que se llega, sino un camino que se cultiva cada día, con pequeños actos de cuidado, de conciencia y de honestidad con uno mismo. El objetivo no es la felicidad. El objetivo es el bienestar, sabiendo que, en todo momento, tal vez no lo logremos. No se trata de evitar el dolor, sino de aprender a sostenerlo sin dejar que te destruya. No se trata de reprimir emociones, sino de comprenderlas, sin que te dominen.
Quizá sigas buscando un sentido o quizá creas que no necesitas tener uno para seguir. Lo importante es que te reconcilies con tu existencia, incluso cuando no tiene explicaciones. Que busques el equilibrio, no la perfección. Que te permitas caer, pero también levantarte. Y que nunca subestimes el poder de las pequeñas decisiones que te hacen bien, aunque no te hagan feliz.
Si algo de este texto logró acompañarte, aunque solo sea un poco, entonces ya valió la pena. Porque a veces, lo único que necesitamos no es una respuesta definitiva, sino un poco de compañía. Lo digo especialmente por mí: escribir este texto me ayuda a clarificar mi mente y me motiva a seguir. Porque aunque el mundo sea incierto y el sentido, difuso, sí se puede aprender a estar bien.
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